1 de Octubre de 1.912
En los alrededores de la Capilla San Juan, cerca de una improvisada cancha, se hallaba el domicilio de la familia Núñez. Allí, la dueña de casa, Doña Susana, criaba de la mejor manera que podía a sus 4 hijos: Nicanor, Antonio, Pastor y Abelardo. En este hogar humilde – de pura cepa paraguaya, con las costumbres y virtudes que definen a nuestro heroico pueblo – se reunieron ese día los integrantes de la barriada que, desde hacía un año, venían soñando con fundar una institución que llegara a ser "el club del pueblo".
Legado de una batalla
El club que sería identificado con la combinación azulgrana debe su nombre a la batalla librada entre las fuerzas de Buenos Aires (Argentina) al mando del general Manuel Belgrano y el ejército paraguayo, en el paraje que estaba en las cercanías del entonces Cerro Mbaé y Rombando (al sur del país y a escasos kilómetros de las orillas del río Paraná) el 19 de enero de 1.811. En esa ocasión, nuestros vecinos presionaban al Paraguay para aceptar su status de provincia en el país que acababa de independizarse del yugo español.
Tras esa gente en la cual el invasor fue repelido por los paraguayos, el sitio pasó a ser conocido como "Cerro de los porteños", denominación adoptada por los fundadores de la novel institución. Entre ellos estaba dona Susana Núñez, quien sugirió los colores del club como un signo de unión entre los paraguayos…representados por los 2 partidos políticos tradicionales (el colorado y el liberal), a los que se agregó el color blanco del pantaloncito oficial para completar los de nuestra enseña patria.
Un marcante con historia
Al finalizar el torneo del año 1.918, se registró una igualdad de puntaje entre Cerro Porteño y Nacional, por lo que se tuvo que disputar una final. El primer juego culminó 2 – 2, el segundo 1 – 1 y durante el tercero – y definitorio – Cerro Porteño perdía 2 – 0 a falta de 7 minutos para culminar el cotejo.
Cuando el público cerrista empezó a retirarse, a los 40 minutos descontó. Luego logró 3 conquistas más para triunfar por 4 a 2. Ahí nació el mote de "Ciclón"
Posteriormente, la fama de volcar resultados adversos en grandes victorias, lo hizo merecedor del mote de "El Ciclón de Barrio Obrero". Debido también a su gran aceptación popular, los demás clubes – para burlarse y creyendo inferirle al máximo insulto- le endilgaron el apelativo de "el club del pueblo"… que Cerro Porteño tomó, gustosamente, como su marco en el orillo. Los dirigentes del club "recogieron el guante" y aceptaron el mote. En efecto, Cerro Porteño fue, es y será "el club del pueblo". Así lo proclamó la Comisión Directiva en un comunicado a la opinión pública lanzado en el año 1.920, uno de cuyos párrafos decía: "El club del pueblo: ese nombre constituye para nosotros el timbre de orgullo más legítimo surgido de las filas del pueblo, organizado sobre las bases de la igualdad y de la fraternidad, nuestro club es, verdaderamente el club del pueblo".
Cerro fue Paraguay
Hasta el mismo fútbol paraguayo se confundió con Cerro Porteño,
pues sus colores fueron adoptados por las primeras selecciones que disputaron las primeras justas internacionales…hasta que en 1.920 "nació" la camiseta albirroja con sus pantaloncitos azules, para reunir en el uniforme deportivo los colores de nuestra bandera nacional.
Una grave crisis
Desde sus orígenes, Cerro Porteño cimentó su grandeza en la fortaleza moral de su gente. A tan sólo un año de su nacimiento, en 1.913, ya era Campeón de la Liga Paraguaya de Fútbol, en 1.914 fue subcampeón, lidiando con el que sería su tradicional rival por la conquista del título de aquel año.
Pero no todo era de color de rosa: Don Roque J Medina, uno de los socios más activos del club, cuenta una anécdota que retrata fielmente el espíritu de lucha contra las adversidades que siempre caracterizaría al club. A finales de 1.914, surge una grave discrepancia en el seno del club: el entonces presidente, Pedro David Villalba, resolvió incorporar al equipo a 2 jugadores que no eran del agrado de los demás dirigentes. Ante esto, la Comisión Directiva y numerosos socios oponen una abierta resistencia. El ambiente se fue caldeando, hasta que Villagra planteó por las claras o se aceptaba a sus candidatos, o se aceptaba su renuncia.
Con los ánimos revueltos, se dio la segunda alternativa: Villagra se alejó del club…llevándose con él no sólo documentos y papeles, sino también a una gran cantidad de jugadores y asociados. Estos fundarían un nuevo club, el Ytororó. Y Cerro quedaría seriamente golpeado por tan desgarradora sangría.
Resurgir de las cenizas
Con apenas 2 años de vida, la entidad ya estaba devastada, pero también corrían vientos de esperanza insuflados por sus fieles seguidores. Por entonces, Roque Medina venía perfilándose como un dinámico e inteligente colaborador, concitando el beneplácito y la admiración de los cerristas. Fue así como un grupo de amigos le propuso presentarse como candidato a la presidencia del club en la siguiente Asamblea.
Con la concurrencia de unos pocos asociados sobrevivientes del terrible vendaval, en dicha Asamblea surgió Don Roque J. Medina como el líder indiscutido, aclamado y querido que el club necesitaba. En dicha ocasión, en casa de Don Darío Lima (situada en las calles José Bergés y Asunción) se eligió la siguiente Comisión Directiva: Roque J. Medina (Presidente), Abelardo Campos Téllez (Vicepresidente), Clemente Talavera (Secretario), Humberto Camperchioli (Tesorero), Asunción Peralta, Antonio Velásquez y Emilio Gómez (Vocales). Juan Denis y Marciano Palacios fueron designados como miembros suplentes, mientras que Claudio Cáceres fue nominado como delegado de la Divisional.
Igualdad, fraternidad y pasión
El acta de fundación del Club Cerro Porteño – que inicia el desfile de glorias de este capítulo histórico- ha recogido los nombres de sus pioneros para la perenne recordación de las futuras generaciones de cerristas. Aunque de esa Asamblea no salió electa ninguna Directiva, se materializó la voluntad de fundar un club donde todos los asociados – humildes y poderosos, letrados y legos, sin distinciones ni diferencias – tendrían iguales derechos y prerrogativas. Muy pronto, su hermosa divisa vendría a simbolizar en el Paraguay la igualdad y la fraternidad… sin hablar de la pasión. Una pasión que se mantiene viva y resiste el paso del tiempo y las adversidades…como nuestro heroico pueblo.